lunes, 16 de mayo de 2011

Alonso es el milagro

Aún recuerdo como los medios de comunicación mareaban con las posibilidades de Hamilton en el campeonato mundial, que finalmente ganó Alonso de forma épica. Con todo en contra, pero con mucho que ganar, Alonso salió del hotel sabiendo que solo tenía una sola posibilidad entre cien, hacía falta un milagro. Una pancarta se lo confirmo, una pancarta que habían colocado allí los aficionados que acudieron a ver como nuestro campeón, nuestra leyenda, hacía historia.

En una nación en donde, muy por encima del futbol o del levantamiento de barra, es buscar la paja en el ojo ajeno, el deporte nacional se trata de señalar el defecto en los demás, restar importancia a las virtudes y justificar la vagancia, precisamente en esta nación que se dedica alegremente a estos menesteres, es donde nacen los verdaderos luchadores, los que creen en lo que hacen y por eso se hacen, y los que aprenden como costumbre levantarse con más fuerza en la caída, por una extraña razón que muy pocos alcanzan a comprender. En esta nación, que se llama España, es donde fluctúan el vago y el trabajador, el pícaro y el honrado, el valiente y el cobarde, todos juntos de la mano. Y es por eso que pienso que, si bien es verdad que podremos sorprendernos por la desvenguerza y el descaro de algunos a la hora de robarnos y no sentir pudor, también encontraremos por fuerza su justa antítesis, el anticristo de estas malas artes, y con esa virtud o esa condena tendremos que aprender a convivir, y tomar ejemplo cada uno de donde considere.

Porque, si hablamos de Fernando Alonso, hablamos del ejemplo más claro que puede haber de lo que significa el espíritu de lucha. Un niño nacido en el seno de la familia de un mecánico, que dejaron su vida a un lado para ayudar a perseguir a su hijo el que sería al final el sueño soñado por todos, ser campeón de la fórmula uno. Y eso se hizo prácticamente desde la nada, desde la humildad de una familia que solo quiso soñar, y por soñar estuvieron dispuestos a sacrificar mucho más que todo, para ser felices solamente estando ahí, en ese sueño.

Así, los humildes de este país no tenemos escusas, nuestros sueños están ahí. Están detrás de duros esfuerzos, de sacrificios para nada aceptables, de un camino demasiado largo como para seguirlo, pero están ahí.

Porque cuando Alonso, como decía antes, salió de su hotel para correr en el GP de China y empatado a puntos con el Kaiser, que partía como favorito: era una gesta, algo más que un esfuerzo sobrehumano; todo el campeonato fue una muestra de la poca independencia de las autoridades que rigen el gran premio. Se podía pensar que Fernándo, por ser muy buen piloto, había conseguido llegar hasta ahí, pero nada más. La historia no estaba escrita para nada más. El campeonato no podía dar nada más. Nadie podía pensar que pudiera haber nada más, solo algunos iluminados hablaban de un milagro. Solo algunos aficionados llenos de fe, tenían en cuenta esa posibilidad, la que estaba entre cien. Y esos iluminados, esos aficionados con más fe que otra cosa, colgaron la pancarta que sentenció y dio título a la gesta de Alonso: “Alonso, tú eres el milagro”.

Sea.

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